25/9/11

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Como diría Baroja, ha cambiado la decoración. Con este sol viejo de otoño todo parece un poco oxidado. Y hasta el vecino ha salido a cortar leña, no sé si para prepararse un chuletón en la parrilla o para echar a la cocina cuando llegue el frío. Él es muy previsor, yo no tanto. Además yo no tengo cocina de leña. Abro la ventana y saco la cabeza. Noto que huele a otoño, aunque sería difícil decir a qué huele el otoño. Al menos no a ese otoño de bosque que anuncian los productos de limpieza. Es una humedad vegetal, una madera mojada, pudriéndose. No tanto. Menos, casi nada, pero algo. Tengo el olfato atrofiado. Los olores casi tengo que inventármelos, para olerlos. Iba a fumar en la ventana, pero me da pereza estropear este momento con el olor del humo de tabaco. Fumo, de todas formas. Fumar me recuerda que voy a palmar algún día, la cajetilla avisa, y recordar que voy a palmar me pone melancólico, que es un estado de ánimo excelente para escribir con humor y amar todas las porquerías del mundo y tomárselas un poco a pitorreo. 

Este sol viene con sombras, como quién dice. Si fuese Basho haría un haiku.

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