Me importa un bledo que se homenajee oficialmente o no a Céline, o que el propio homenaje sea esa defensa o condena airada por parte de unos y otros. Para ser un maldito está ciertamente de actualidad, y hace años que sus libros menos legibles (ya sabéis, exclamaciones, onomatopeyas casi de cómic, puntos suspensivos como toda puntuación, nula narratividad) circulan en ediciones de bolsillo, junto a Isabel Allende, Dostoievski o García Márquez, por citar a algunos autores poco malditos. No creo, por tanto, que se necesite salir en su defensa; está perfectamente asumido como gran autor literario. Ya es un lugar común nombrarlo junto a Proust como la mejor literatura del siglo pasado en francés. Podemos decir que les unía eso que se llama voluntad de estilo, cada uno en el suyo. Y ambos escribieron obras casi inabarcables, oceánicas, y alejadas del lector más perezoso o soplagaitas. Parece que la reputación de muchos autores radica en esa ilegibilidad, en cierto grado de dificultad literaria. Y por lo tanto en una admiración previa a la lectura, o a la lectura de algo completo.
Se podría decir que los grandes autores son mujeres gordísimas a las que no podemos abrazar rodeándolas con nuestros brazos siempre demasiados cortos para ellas. Y me recuerda a algo que escribía Wittgenstein en un diario: "Hay una gran diferencia entre los efectos que produce un escrito que puede leerse fácil & fluidamente & uno que puede escribirse pero no puede descifrarse [leerse] fácilmente. En él se guardan bajo llave ideas, como en un cofre."
Claro que puede que no se guarde nada y que el cofre esté vacío tras un cerrojo de siete llaves. Y a lo que iba; tanto la admiración incondicional como el desprecio visceral suelen ir acompañados de una verdadera ignorancia sobre la obra.
Si el loro supiera... |
Sólo nos queda preguntarnos, como escribía Savater en su artículo: "¿Cómo podemos apreciarle tanto, sin dejar nunca de detestarle?"
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