11/6/11

El arte de bendecir

ESE hombre sentado en un banco desperezándose mientras lee una novela del oeste. El cartón de vino al lado. Un nuevo día. Éste sí que no parece haber tenido nada que ver con el crack financiero actual. Ni siquiera tendrá su dinero en el banco. Qué bostezos, qué ausencia de codicia en esos bostezos. Son bostezos de bebé. De bebé que ya no tiene nada más que aprender y en vez de oler a leche (los bebés sudan leche) huele a vinagre.

VEO al que fue alcalde durante trece años. Me cae bien porque siempre me ha parecido un solitario, y siendo alcalde tendrá su mérito ser o parecer un solitario. Ser alcalde tiene que ser algo muy jodido, ir por ahí saludando a todo el mundo. No poder estar uno tranquilo dentro de uno mismo, soñando/ pensando. Ahora en su cara creo ver la frase: Sí, he perdido, ya no soy alcalde, haceros a la idea de una puta vez. Y a nosotros, sin querer, se nos pone la cara de; Sí, lo sabemos, ya no eres alcalde, pobre hombre. Parece que lo haya perdido todo en una partida de póker y que no le importe demasiado. Le echará la culpa a Zapatero, por mamón. Mientras se prepara el café por la mañana pensará: Zapatero es un mamón. Esa palabra; mamón. Pero sin rencor, sólo por el gusto de pensarlo.

JÜNGER: “Una página de prosa revisada una y otra vez para hacer mejoras en ella se asemeja a una herida a la que no dejamos cicatrizar.”

POR fin los indignados hacen honor a su nombre. Había más indignación en cualquier cola del supermercado que en esas plazas ocupadas. Tanta educación no puede ser buena.

NOS enseñan los hombros para que sepamos que no podemos mordisquearlos.

DOS libros que existen: “Gestión de incompetentes”, y “El arte de bendecir”. Van en serio. Muy en serio.

EL día de su cumpleaños se le pone cara de acreedor, pues todos le deben una felicitación.

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