19/1/11

Zombis, malditos, moquetas

Ya no recuerdo si era Ortega o Gómez de la Serna el que dijo aquello de que lo cursi abriga. O puede que lo dijera uno y lo repitiera el otro. Da igual. Viendo ayer "The walking dead", esa serie de zombis que pone La Sexta, podríamos decir que lo cursi, además de abrigar, estorba. Quizá como todo lo que abriga demasiado.

Hago zapping y aparece Cascos, el ex del PP. Deberían darle una isla habitada en el Caribe para que pasara el resto de su vida haciendo de Trujillo. Después sólo habría que contarlo y esperar a que cayera el Premio Nobel.

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Nada grave, pero voy de despacho en despacho, saludando y agradeciendo la atención, el tiempo perdido con un asunto de tan poca transcendencia para ellos. Arquitectos, abogados, aparejadores. Gente muy cordial. Veo mucha moqueta y estanterías muy ordenadas, con libros encuadernados en piel de apariencia impoluta. Todo son palabras y poco mensaje. Lo importante parece ser lo que no se dice. No hay nadie que no acabe vendiendo algo, o que no hable como vendiendo algo. Parece imposible comunicarse de forma directa y clara. Ya sólo somos repetidores de eslóganes. Esto me abruma y me aburre. Sobre todo me aburre. Pienso en el sótano oscuro del que habla Kafka para escribir. Un sótano y un ordenador, con eso me conformo.

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El Boswell lo estoy alternando estas semanas con algunas lecturas breves.

"Indigno de ser humano", de Osamu Dazai, no me gustó. Dazai es el maldito por excelencia de la literatura japonesa del siglo pasado. El hombre siempre fue un atormentado, como un personaje de Dostoievski. La vida; apoyar la cabeza en una mano y mirar a un punto imaginario con un algo de desesperación. La vida; no sé qué coño hago en la vida. No consiguió suicidarse hasta el cuarto intento, lo que quiere decir que, al menos, suicidarse tampoco se le dio muy bien. Morfina, alcohol, geishas, se nos dice en la reseña biográfica de la tapa, y demasiado Dostoievski, habría que añadir. Esta novela es algo así como un "Memorias del subsuelo" escritas por un rico heredero desheredado. No sé, puede que en su momento (1948) su pesimismo de opereta fuese una novedad para la sociedad japonesa.

Hay libros que son importantes para una literatura nacional; inauguran un camino (de puertas adentro), puede que lo agoten también, y ahí se quedan, en negrilla, para los libros de texto, haciendo el papel de representantes de un momento de la historia de ese país. Claro que al resto del mundo, a la literatura, no le aportan nada.

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