Leyendo a Balzac, al que ya odio, o poco menos. La novela es Papá Goriot. ¿Qué se le perdió a uno en Balzac? Pues supongo que buscaba una novela del diecinueve, que es el paraíso perdido de la literatura del veinte. Podríamos decir que la literatura del veinte son las ganas de escribir una novela de Flaubert, de Stendhal, de Tolstoi, o de Dostoievski, o de todos ellos juntos. Otro que está ahí es Balzac. Siempre estuvo ahí, parece. De Balzac sale toda la confusión en literatura, o gran parte de ella. De Balzac salen casi todos los defectuosos, la gran literatura del veinte. Proust, más directamente, por razones obvias, marquesas incluidas, y Faulkner. Faulkner es un Balzac narcotizado con Joyce, y quizá también con alcohol. Su comedia humana particular es todo ese sur de sobremesas somnolientas, maldiciones familiares, palmeras meadas, negros rencorosos, chuchos en los huesos. Claro que veo a Proust en Balzac, pero es un Proust torpe, apuradísimo, folletinesco y a ratos tan aburrido que dan ganas de prenderle fuego al libro (un fuego purificador), ya que ni tenemos al menos la consolación de una prosa que valga algo. Es decir, un Proust sin una gota de Proust, lo que hasta cierto punto es lógico, pues Balzac nunca leyó a Proust, que estaba muy ocupado escapando de sus acreedores o buscando marquesas forradas.
Balzac es el gran currante, el negro de sí mismo, que se ponía una bata de cachemira con capucha, para soltarse la barriga y escribir cómodo, a pecho descubierto. ¿Qué era un genio? Puedo estar de acuerdo. Nadie en la historia de la literatura tan limitado para la tal logró un éxito semejante. Hoy en día Balzac es... Balzac. Pues sí. Y todo lo leído de él hasta ahora es cosa mala. Parece la prueba de que los grandes influyentes no siempre fueron los más competentes, en apariencia al menos. También hay que decir que gran parte de su obra la escribió el café. Puede que incluso mojara la pluma de faisán en café sólo, que es como lo tomaba, jarra tras jarra (no gastaba tazas), en jornadas de forzado. Forzado por sus hipotecas.
Balzac aspiró a crear un mundo paralelo de ficción, en el que los personajes entrasen y saliesen de sus novelas como las personas en la vida real entran y salen de muchas historias. "Podéis felicitarme, me estoy convirtiendo en un genio", dijo a su hermana cuando dio con la idea de recoger todas sus novelas bajo el título general de La Comedia Humana. Lo mismo le dirían a sus hermanas García Márquez, Onetti, Faulkner, al ocurrírseles Macondo, Santa María, y Yoknapatawpha, respectivamente.
Pero en Papá Goriot no hay personajes. Hay muchos Balzacs pequeños disfrazados de estudiante, de padre, de jubilado, de criminal, de marquesa, de vieja avara. No son, estos personajes, más que monólogos andantes que cuando hablan se acaba el mundo, el tiempo, y todos escuchan congelados las parrafadas exclamativas del muñeco parlante, que ya digo, no es otro que Balzac metido a ventrílocuo. Se suele aludir, como tópico, que a falta de un lenguaje preciso o interesante, algunos autores nos dan más vida, como si el autor despreciase saber escribir para centrarse en captar la vida tal y como ésta se presenta, defectuosa y vulgar y mezquina. Porque eso es lo que parece que se nos quiere decir. Y el problema de Balzac que yo veo no es de gramática, sino de estilo, o de espíritu, que es casi lo mismo. Su prosa, más que de leer, transmite las ganas de escribir, de dejar el libro y hacer otra cosa, de ahí quizá su influencia en tantos escritores. Reconozco que es uno de esos escritores a los que uno debe cogerles cariño para perdonarle las chulerías y las ganas de pagarse las deudas escribiendo novelas. Ya Proust en un ensayo sobre él escribe: "Efectivamente, a los demás novelistas se les aprecia sometiéndose a ellos, de un Tolstoi se bebe la verdad como alguien más grande y más capaz que uno. De Balzac sabemos todas sus vulgaridades, que al principio nos han repelido; luego se empieza a gustar de él, se sonríe ante todas esas simplezas que tan suyas son, y se gusta de él con un poquitín de ironía mezclada de ternura; conocemos sus defectos, sus mezquindades, y las apreciamos porque constituyen su más acusada característica." [Sobre Balzac, pág. 51-52, Edhasa, 1971].
Lo mejor de Balzac es el folletín que contiene su novela, perdido un tanto entre monólogos interminables y señores entrando y saliendo por unas puertas como en un teatro o una zarzuela. Es una novela que se escucha (poco vemos), lo mismo que un jaleo de unos vecinos discutiendo, y nos interesa y nos irrita al mismo tiempo.
4 comentarios:
Tan sólo un apunte: la 'finesse' que le faltaba a Balzac la encontró Proust en Saint Simon. O sea que, en cierto modo, para superar el XIX se fue directamente al XVIII. Por lo demás, de acuerdo, salvo en que 'Las ilusiones perdidas' me sigue pareciendo una espléndida novela.
Creo que sientes una inquina hacia Balzac algo desmesurada. A mí Papa Goriot no me parece una mala novela. Todo lo contrario. Tiene muchos de los defectos folletinescos y sentimentaloides de su siglo, pero me parece un excelente fresco humano. Otra cosa es que la humanidad de entonces no diera para mucho más, pero de eso no puede culpársele a Balzac.
Cuando pase un tiempo prudencial le echaré el diente a "Las ilusiones perdidas". Muy bien visto, Antonio, lo de Proust.
Miguel; yo a Balzac no le culpo de las perrerías de su siglo, sino sus perrerías literarias. No es que sea un finolis; gustándome mucho esos considerados "chapucillas literarios" como Baroja, Dostoievski... Balzac me repugna un poco. Ya lo intenté otras veces. La verdad que lo primero que cayó en mis manos hace años fue "Los chuanes", y nunca conseguí pasar de la tercera página, de lo farragoso que era.
M.
En lo personal me encanta su lliteratura. Creo que vosotros habéis empezado pro el libro equivocado, lamentablemente.
Eugenia Grandet es una novela espectacular, al igual que la piel de zapa. Todo lo que se podía esperar de supreciado siglo, tan real y tan fino a más no poder. Bastante casado con su estilo. Eso es algo difícil de conseguir ahora, al menos no igual de encantador.
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