8/7/09

Maus


Me quedo en la cama leyendo hasta muy tarde Maus, la famosa novela gráfica de Art Spiegelman. Casi me la acabo de una sentada. Cuando uno de los personajes recuerda lo tarde que se le ha hecho miro el reloj de la mesilla. Tengo que cortar así que cierro el libro cuando el ratón que representa al propio autor le dice a su padre (después de que este le cuente su vida en la Segunda Guerra Mundial y su internamiento en el campo de concentración de Auschwitz): "No lo entiendo… ¿Por qué los judíos no intentaron sublevarse?" El padre le contesta: "No era tan fácil como crees. Todos eran tan hambrientos y asustados y cansados que no podían ni creer lo que veían." En la viñeta siguiente: "…Y los judíos vivieron siempre con esperanza. Confiaban en que los rusos llegarían antes de que una bala alemana les atravesaría la cabeza…" [Las incongruencias verbales representan el mal inglés de este judío superviviente emigrado a Estados Unidos de adulto].

¿Cuántas veces, ante los documentales, películas, libros, etc., sobre este tema no he pensado esto u oído en boca de otros lo mismo; por qué no se rebelaron? O: ¿cómo es que esos millones de personas se dejaron matar tan ordenadamente, tan mansamente? Es una pregunta, yo creo, inevitable. Supongo que para responderla habría que tener en cuenta la extrema minuciosidad y control de los alemanes para todo. Quizá el individualismo judío tenga algo que ver, o no me lo explico. Individualismo, digo, como conciencia que uno tiene de sí mismo, diferente de los demás, incluso de otros de su misma raza o nación, y por encima de estos vínculos biológicos o artificiales. Los alemanes parecían funcionar más como insectos sociales, hormigas o abejas. En un país latino, España por ejemplo, el holocausto habría sido una chapuza. Los campos de internamiento serían un caos en el que los presos se fugarían como les diera la gana y las cámaras de gas sólo funcionarían los primeros días, y por dejadez o incapacidad para arreglarlas quedarían inutilizadas, o tardarían tanto que no las tendrían operativas antes del final de la guerra. Dudo incluso que aquí se le ocurriese a alguien una forma de asesinar tan sistemática. Sería más bien un aquí te pillo, aquí te mato. Está claro que hasta los defectos tienen sus ventajas. Hace poco, hablando con un vecino italiano, que ya lleva muchos años en España y que luchó en la Segunda Guerra Mundial, me dijo que no fue hasta después de acabar la guerra que supieron algo de lo que se había hecho en Alemania con los judíos. Me dijo que en Italia y en España eso nunca podría haber pasado, aunque reconoció que en los peores momentos en Italia los judíos sufrieron lo suyo. Nuestra guerra civil fue una escabechina sangrienta, pero tiene uno la imagen de que fue más el resultado de rencores y venganzas particulares y cierta inercia bélica que una planeada masacre total a la alemana. Precisamente, lo que más sorprende y horroriza del Holocausto nazi (más de cincuenta años después no parece haber disminuido el interés que despierta lo ocurrido en esos años) es esa civilizada forma de asesinar; el fordismo aplicado al asesinato en masa. Y con tanta eficacia. Claro que ha habido otros holocaustos, pero ninguno debido a una organización humana tan perfecta, sistemática, en el que lo bárbaro y el horror se hayan escondido o disfrazado de sociedad, de civilización, y hasta de pensamiento. El contraste es brutal; un ejército pulcro a paso milimetrado fabricando montañas y montañas de cadáveres que convertían en ceniza.

2 comentarios:

Unknown dijo...

A mí también me gustó mucho Maus, y me llamó la atención la capacidad del autor para plantear cuestiones de tanto calado. Una obra maestra, sin duda. Escribí sobre ella aquí.

Mabalot dijo...

Sí, José Manuel, me acuerdo de haber leído sobre Maus en tu blog. Y ahora al releerlo veo que había comentado algo. Por cierto, ponen hoy en la 2 Shoah, el documental de Lanzmann.

Al igual que éste, Maus es más la historia de alguien que recuerda que el recuerdo mismo. No es una reproducción de un hecho, sino los tanteos, los silencios, y hasta las fabulaciones posibles sobre un hecho. El sedimento de toda una vida manejando, rumiando, esos recuerdos.