En la parada del autobús hay mucha gente esperando. Suele haber aquí a estas horas señoras que vienen de la plaza, con bolsas azules o verdes lisas de las que salen manojos de verdura o una hoja de bacalao salada. Son bolsas barrigonas a punta de reventar, y parecen una extensión más de los brazos de estas señoras que ya curvan el espinazo como si buscasen monedas por el suelo. Cruzan la carretera a veces algunas con tarteras o tinas o capazos en la cabeza, sobre el turbante de paño a cuadros. Va la mercancía sobre sus cabezas bailando, como otra cabeza que les nació y que sigue el ritmo de alguna música. Hoy, al pasar, un señor me saludó con la mano, o parecía que me indicaba algo. Al verlo supe que su saludo no era a mí, sino a cualquiera que pasara, y que no esperaba una respuesta. Estaba con otros; todos con cara de no haber dormido bien; los párpados un poco tumefactos, sonrisa automática, movimientos lentos. Dos, de cincuenta años o por ahí, luchaban entre ellos tan tranquilos, como a cámara lenta. Todo era alboroto y ese desorden tan propio de los niños en grupo, aunque si acaso niños en cuerpos enormes de adultos. Mientras pasaba escuché la siguiente frase pronunciada por una señora que estaba entre ellos y que me dejó acojonado: "Nós controlamos o noso pasado" [Nosotros controlamos nuestro pasado]. Me pareció tan rara la frase (y tenía tanto que ver con lo que estaba pensando) que dudé de haberla escuchado realmente. Cuando crucé la calle me volví a verlos; estaban bailando, levantando mucho las rodillas y parecían osos de dibujos animados. Me pareció muy rara la frase.
2 comentarios:
Jajaja. Me gustan estas piezas tuyas tan surrealistas, tan reales.
Gracias, amigo.
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