Cómo me cae en las manos el ensayo de Vargas Llosa que acaba de publicar en Alfaguara sobre Onetti, lo abro y lo leo. Saltándonos conveniente el prefacio, o leyéndolo por encima (dónde veo salpicado por aquí y por allá cosas como verdades y mentiras, la ficción, realidades inventadas, inventar historias, los contadores de historias, su rollo de siempre blablabla) veremos que el libro resume la obra del escritor uruguayo y da su punto de vista en alguna controversia sobre lo que sucede o no en algún relato o novela. Parece mentira, pero es una lectura agradable. Un paso más en esta ambigua relación que tiene uno con la obra de Onetti.
Pero algo que me llama mucho la atención es el uso de la palabra subdesarrollado, que aparece cada dos por tres. Lógico por una parte. Habla del subdesarrollo galopante de algunos países sudamericanos (presente y pasado), y todo ello enmarcado por la obra del autor que más putas y chulos y miserables y borrachos sacó por novela, Onetti. El caso es que acabo de encontrarme una cosa realmente curiosa; un más allá en el uso de la palabra subdesarrollo. Y la pregunta es; ¿qué son, o cómo son, los borrachos para Vargas Llosa?
"En Juntacadáveres la tónica ambiental de la historia estaba dada por el burdel y su atmósfera de sexo sucio y mercenario. Aquí [Dejemos hablar al viento], esa función la tiene la alcohol, cuya presencia se manifiesta en la vida de los personajes de un modo central, induciéndolos a actuar de una manera profundamente subdesarrollada. En el mundo desarrollado los borrachos suelen ser solitarios, ensimismados y pacíficos, pues, a menudo, se emborrachan con sus esposas, amigas, hermanas, y esta presencia de las mujeres los lleva a autocontrolarse y reprimir los instintos violentos que el alcohol suele atizar. Los borrachos del subdesarrollo suelen ser desaforados, ruidosos y pendencieros ("¿Qué me mira?")." (El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti. Mario Vargas Llosa, editorial Alfaguara, 2008, pág. 206)
Ya me imagino a los municipales de mi ciudad diciéndole a un borracho: No actúe usted como un profundo subdesarrollado. Váyase a beber con su hermana, esposa, o madre, caballero. Pero; ¿en qué planeta vive Vargas Llosa? Los borrachos que uno ve, o recuerda, poco tienen que ver con esos educados señores solitarios, ensimismados y pacíficos que se cuecen en compañía de sus esposas, amigas y hermanas.
Está claro que don Mario vive en un país desarrollado, no así yo.
6 comentarios:
Tengo la idea,seguramente equivocada, de que escribir sobre tipos patibularios y ambientes sórdidos es muy agradecido literariamente.Tengo la idea, equivocada seguro, de que hay autores que, como no saben cómo construir un tipo humano con profundidad, construyen un pervertido, sanguinario, alcohólico y bronco y a esto le llaman "cavar hondo".
Seguramente estoy equivocado.
No creo que estés equivocado.
Tendría que escribir algo sobre Onetti porque no acabo de entenderlo. Quizá el hecho de que lo lea de vez en cuando sea por eso, porque se me resiste al total entendimiento (quizá es imposible captarlo en su totalidad), o puede ser que algunas cosas me gustaron, sin más. También el hecho de que siendo un aparente escritor de primera versión (que no pule su prosa ni da esplendor...) tenga su atractivo. Algo así como un Baroja (se parecen mucho más, literariamente, de lo que a simple vista creeríamos) más encerrado en sí mismo, más loco.
Lo de los borrachos y tipos patibularios es un elemento de ficción, casi melodramático, como una máscara. Lo importante es lo que hay debajo de cada uno de estos que los convierte en algo más que simples borrachos o chuloputas.
Pero bueno, sí son la excusa perfecta para el que sólo sabe levantar maniquís.
En cuanto a temas y atracción por tipos humanos tenía también ese parecido con don Baroja. Pero una vez más, Onetti, va mucho más allá. También porque no poco borracho y putero debió ser en su vida, codeándose con los peores de cada casa.
Además no hay que olvidar que Onetti, cogiendo de Faulkner (más o menos) el molde para sus novelas, viene directamente de Céline y Hamsun. ¡Céline!
De ahí esa tendencia a escoger lo más cuco de la realidad.
Estoy con Barquero, aunque también contigo. Quiero decir que los perdedores son muy agradecidos literariamente y que a Onetti le venía la cosa de Faulkner y Céline, o sea que no se buscó mal molde. Hay un par de cosas que yo detesto de Onetti, y de las que, en principio, él puede ser causa, pero no culpa. Me refiero al prestigio sin límite de que gozó en España durante los años 70 y 80. Las librerías se llenaron de personajes que tenían prohibido reír y de amaneceres húmedos y de tugurios viscosos. Onetti enseñó a mucho joven narrador de los 80 que no era necesario divertir, sino que lo bueno era lo otro, ser cenizo sin interrupción. Por lo demás, ya os conté, creo, en una bernardina que Onetti no leía la misma clase de literatura que escribía. La mujer de Onetti solía ir a una caseta de la cuesta de Moyano y compraba (¡al peso!) toda clase de pulp fiction desgualdramillada, como diría Dámaso Alonso, mientras él seguía varado en su casa de la avenida América. El que me lo contó, un librero especializado en ciencia ficción cutre, seguramente había redecorado la anécdota, pero como símbolo me parece buena.
Por lo demás, lo que dice Vargas Llosa de las borracheras es, en efecto, una estupidez.
A Onetti le iba lo policíaco. Aunque en el fondo no escribió otra cosa que policíaco, más envarado, casi intoxicado de buenos fragmentos a veces y también de lirismo cutre y acartonado.
Era tan policíaco que al final ya no sabías quién era el asesino, ni si era de verdad asesino, ni si había un muerto y casi ni quien coño estaba hablando.
Onetti era un animal. También Celine, Solana, y hasta Fauklner. Hay que ser un poco animal para escribir, yo creo. O para escribir algo con cierta hondura.
No sé. Me gustó El Pozo, su primera novela, y algún cuento, aunque he de decir que me toca un poco las narices tener que leer algunas frases dos veces.
A lo que iba es a que no puedo con Onetti. Es una cuestión personal. Con pocos escritos me he aburrido más en mi vida. Es una especie de odio que me impide discernir si es bueno o malo (a veces pasa, y al que no le haya pasado que tire la primera piedra). Me parece tramposo, ampuloso y latarario (que es literario pero en el peor sentido)."Cenizo" seguramente sea la palabra, Bernardinas. En Baroja o en Faulkner,no digamos en Galdos, hay un deslumbramiento por la vida, un ansia perenne de contar, hay agilidad y fuerza; en Onetti hay (o yo advierto)un cansancio, una pereza,un escribir como por obligación que me aplatana enormemente. ¿No es éste el que pasó sus últimos años en la cama sin querer levantarse? Yo vi en todo eso una justicia poética.
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