Cuando hay concierto el aparcamiento, bastante grande, se llena una hora antes, como si cada persona trajese dos coches. Todo el mundo parece muy apurado, aunque quede media hora y la puerta del auditorio esté a dos minutos. Salen de los coches ajustándose el cinturón y la camisa y colocándose el jersey sobre los hombros. Ante la taquilla unos cuántos en fila india y cerca de la puerta un grupo de personas mirando a lo lejos, con cara de preocupación unos, fumando otros con los ojos entornados y la otra mano en el bolsillo del pantalón, como tanteándose los testículos, y conversando la mayoría, muy animados, con la mano en el hombro del que escucha, para que no se escape. Hay tantas sonrisas que se diría que van o vienen de una orgía. Y de repente estalla una carcajada; una chica rubia de piel roja y con un tatuaje indeterminado en el brazo se lleva las manos a las rodillas, como si fuese a vomitar, pero se ríe, y se ríe, y después dice en alto algunas palabras con muchas jotas extranjeras y erres que arrastra como si las untara. Es guapa. Quizá por eso se la ve tan sana, por reír alto y bien.
Ya dentro las azafatas van distribuyendo el juego. Pero la mayoría de los que vienen aquí son fijos y ya saben dónde está su butaca, aunque se atascan con mucha facilidad en los pasillos como si quisieran tocarle el culo a las señoras o les gustase rozarse entre ellos un poco. El público es mayor; hay mucha cana, tanto en barba como arriba, y son en general las canas más pensantes de la ciudad; arquitectos, economistas, catedráticos, y la mayoría colaboradores o altos cargos de alguna administración (o de todas). Saludan a todo el mundo y luchan entre ellos por ser los más simpáticos, poniéndose a los pies de sus respectivas señoras, que esconden las tetas un poco ajadas bajo los abrigos de piel de algo noble. Vemos muchas bocas muy cerca de otras orejas, y vemos que las orejas, muy concentradas, mantienen el dedo sobre el mentón, como reflexionando sobre lo que le dice la boca, y miran al escenario pero sabemos que ven otra cosa, quizá contratos millonarios y un futuro acojonante y a todo eso dicen que sí moviendo la cabeza arriba y abajo. Nos parece que ahora, en estos minutos previos, se resuelven los verdaderos problemas de este mundo (y unas cuantas urbanizaciones), pero el tiempo da para poco y ya sale el director, esta vez un húngaro vestido de pies a cabeza de director de orquesta. Todo el mundo aplaude y acaban los últimos murmullos, aunque quedan siempre unas señoras un poco sordas y buchonas que no se enteran y siguen con su desparpajo hasta que se dan cuenta que las luces se apagaron y todo el mundo de alrededor las mira.
Cuenta el director con una joroba en la parte izquierda que da grima porque parece que quiere encaramarse al hombro y no puede. El faldón de la chaqueta se le levanta un poco. Da la impresión que la joroba sufre y tenemos ganas de colocarla bien, darle un pequeño empujoncito para que llegue a la cima. De la primera parte no podemos decir que esperemos mucho (Concierto para violín de Beethoven), pues será el momento de un violinista caucásico muy famoso, como una especie de Ronaldinho de los violinistas, pero que al narrador ni le suena y al parecer es tan rápido que en algún momento perderemos de vista el brazo que maneja el arco y uno se sentirá raro y hasta deprimido, quizá, porque a veces se deprime uno por cosas sin mucho sentido.
Sale el solista. Aplausos. Empieza la música. El solista espera de pie, con el violín y el arco agarrado por el mástil, y recordamos la famosa greguería de Ramón, cuando compara el violín así cogido con un bebé agarrado por los pies, recién parido. El virtuoso es alto, cuadrado, con unos mocasines que le hacen unos pies muy pequeños. Lleva un pañuelo en el cuello, y el aspecto es el de un aristócrata en el salón de su castillo, con una copa de coñac y al lado de una chimenea. Es grande como un portero de discoteca y tiene un mentón muy desarrollado y saliente como el de los héroes de algunos dibujos animados. Espera y pone cara de concentración, cerrando los ojos, mirando al suelo, al techo. De vez en cuando echa una mirada furtiva al público, para sopesar el ambiente. Aún no le toca dar el callo. A veces parece que se queda dormido y cuando la orquesta ataca
abre los ojos de repente, como si volviese de otro planeta.
Empieza su recital y parece que quiere aplastarse el violín contra el hombro, y es tanta la fuerza que parece que pone en el asunto que todo el mundo lo observa con cierto gesto de angustia, pues temen que le salten unas cuerdas y le latiguen un ojo. Acaba lo suyo y se aplaude durante diez minutos casi seguidos, con breves interrupciones, pues cuando ya se acaba el aplauso vuelve a salir al escenario haciendo muchas reverencias y echando besos al público, y los espectadores, otra vez, como acordándose de lo figura que es el solista aplauden hasta que se va por un lateral con un ramo de flores en una mano y el violín en la otra.
16 comentarios:
Otro retrato genial... ¿Y cuántos van ya? Yo creo que ya dan para un libro grandecito. Y con unos dibujos de un buen ilustrador ya sería la leche... Algo habrá que hacer.
Eso sí que me gustaría, un ilustrador, que hiciese algo para un libro mío.
A ver, Pablo (amigo con buena mano para esto del arte), joder, anímate, hombre...
Yo estoy más centrado en relatos y novelas abortadas. Soy capaz de escribir dos novelas a medias por semana (a 50 páginas de media). Si las junto tengo para unas obras completas. Podría venderlas como en esas tiendas en las que te venden los trajes y los pantalones con defectos, más baratos. Novelas a mitad de precio sin terminar; ponga usted su final, podría ser el reclamo.
Un abrazo. Buen domingo a todos. Aquí parece que ya se instaló por fin el buen tiempo. Me voy a pasear.
¿No se atisba un cierto miedo de salir a la luz, amigo?
Estás más que capacitado para cerrar el círculo. Hazlo y nos harás a los demás un favor que te agradeceremos eternamente como lectores.
Un abrazo.
Sí, será verdad, a lo mejor es que estoy muy cómodo en el "sótano", y también porque sinceramente bastante de lo que escribo no me parece gran cosa. No es que lo que se publica en general sea la leche, al contrario, pero esa no es una razón para publicar porquerías. Por otra parte sé que aprendería mucho publicando algo. Ese anhelo de ver un libro con el nombre de uno, aunque sea raro, no me quita el sueño.
Lo importante es que hay alguna gente como vosotros que me lee y le gusta, y eso ayuda. Así que muy agradecido.
Un abrazo.
Eres muy exigente contigo mismo, Mabalot. Afortunadamente para quienes pensamos que lo que escribes merece mucho la pena, tenemos este blog para leerte.
A mí tampoco me quitaba el sueño ver un libro con mi nombre en papel, pero ahora estoy contenta de que exista, y que alguien, aunque sean cuatro gatos, se lo compre, y lo lea con gusto. Aunque no esté bendecido por una editorial, yo estoy igual de feliz, porque he conseguido algo que creo que, para los que escribimos, termina siendo algo necesario. Aunque para muchos de los que lo lean sea una porquería sin calidad. Ese es un riesgo que se corre siempre, aunque tengas el visto bueno de Tusquets o Anagrama.
Puedes probar, como muy bien ha hecho mi querida Teresa, en Bubok:
www.bubok.com
Ni exigente ni nada. Tampoco falsa modestia. Me pasa como a todo el mundo que hace algo artístico o creativo, o lo que sea esto de escribir, y es que un día no cabes en la camisa y al siguiente quemarías todo con gasolina. Al final aprendes a desconfiar del entusiasmo (sobre todo del propio, aunque sé que es bien difícil) y tambiñen a no hacer demasiado caso del pirómano de papeles propios que todos llevamos un poco dentro. Entonces, sigues con lo tuyo y por supuesto con la intención de salir del "sótano", pero temo sobre todo una pérdida grande de tiempo con algo que no me convenza mucho. Pero bueno, tengo inéditos que no pienso publicar ni de puta coña, y otras cosas que juntándolas haría algo que me interesa más. Estoy en ello.
Lo de la autoedición lo descarto de primeras. Me parece como una buena presentación de un pre-libro. Entiendo lo que dices, Teresa, y si te vale para crecer etcétera me parece muy bien, pero me acuerdo de una cosa que contaba este... Jordi Sierra i Fabra, el autor con más libros publicados en España, creo, que decía sobre la autoedición:
"Sobre lo de editarse uno mismo… Es como ir a una fiesta con cien mujeres y acabar haciéndote una paja."
Hay hoy cientos de editoriales. Es verdad que algunas son bastante infames, casi peor que hacérselo uno mismo. Pero por ahora no me interesa. Si las ciento y pico editoriales no quieren mi libro lo guardo en un cajón, o si creo mucho en lo que hice empiezo de nuevo por la uno hasta que a alguna le interese.
Hoy lo veo así. Mañana, quién sabe.
Un abrazo. Ah, y quiero hacerme con tu libro...
El enlace de la entrevista a Sierra i Fabra, que es un tío simpático:
http://www.papelenblanco.com/2008/05/04-entrevista-a-jordi-sierra-i-fabra-ii
Bueno, Mabalot, Sierra i Fabra no es el único que piensa que autoeditarse es un fracaso asumido, lo peor en lo que se puede caer, quizás a la altura de terminar de "negro", así que ni me sorprende ni me ofende: es algo con lo que ya contaba cuando me decidí por ello.
No busco triunfar con un libro editado de este modo. Seguramente esté entre ese 95% que no llegará a nada. O quizás esté entre el 5%, y lo próximo que escriba lo mande a las editoriales, no tengo ni idea de lo que haré. Pero, sea como sea, que me quiten lo bailao: disfruté en su momento escribiendo esos relatos, y también lo hecho, y mucho, metiéndome este proyecto de "JuanPalomo". No me arrepiento. Ni pizca.
Las pajas, después de todo, también tienen su encanto...
Pués sí, ¿a quién no le sacó de un apuro una paja?...
En todo caso estamos hablando de otro tipo de autoedición. No pensaba en lo que hiciste tú. Porque eso de bubok es casi otra cosa. Supongo que Sierra i Fabra pensaba en las autodiciones chungas de sus primeros años, en los que desenvolsabas una buena pasta por cosas horribles a la vista y al tacto. LO de bubok tiene muy buena pinta y seguro que no hay dejarse los ahorros de una vida ahí.
Que yo sepa Proust empezó así, y no le fue mal.
Yo por ahora paso; mañana ya veré, cuando me vea rechazado y cabizbajo.
Felicidades por el libro.
Muchas gracias, Mabalot.
Amigo, cómo te entiendo. A veces pienso que debe ser un poco bipolar o algo así, por eso tengo que aprovechar los momentos activos para sacar el máximo adelante. Luego vienen los momentos bajos en que uno piensa que nada vale la pena... Pero hay que seguir avanzando.
La idea que da Conde-Duque me parece muy buena. Además, es ahora lo que más vende.
Un abrazo y ánimo.
Hola Miguel, sí, claro que sabes de qué hablo. En mayor o menor medida le pasa a todo el mundo, hasta a los que parece que publicando lo que publican no se avergüenzan de nada.
Hay una cosa clara; lo que no se publica existe poco (o tiene poca existencia), pero lo que no se publica NO EXISTE.
Hay que tirar para adelante haciendolo que uno cree bueno y ya está. LO que no entiendo Miguel es eso de que es lo más vende. No sabía que este tipo de cosas que no son del todo ficción le interesan a alguien.
Un abrazo.
Perdón por el retraso. Es que no sé si he leído mal, pero me he quedado con ganas de saber qué tocaron en la segunda parte y si fue mejor o peor. Tampoco entendí la valoración real de la primera parte.
Perdón de nuevo por la intromisión de un melómano tocapelotas.
Hola, perpetrador. En realidad en este texto no se valoraba nada, ni la primera ni la segunda parte. Se trata (o eso creí hacer) un retrato o crónica de lo que es un concierto en este lugar y un poco cómo se presenta un solista etc...
No era por tanto una crítica ni nada parecido sobre un concierto en particular. Por si te interesa recuerdo que tocaron un Concierto para piano en la primera parte y la maravillosa Música para celesta y cierdas de Bartok en la segunda.
Me gusta mucho el sonido de esta orquesta (Real Filharmonía de G.) y casi siempre son interpretaciones muy interesantes pero esta vez no me gustó tanto. Echémosle la culpa al director, que era un húngaro cuyo nombre no recuerdo.
Un saludo.
Genial. De verdad, me encantó.
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