26/9/07

Pequeña colección romana (3)

Decía Pla que para conocer Italia se necesitan varios años al menos. Y sobre Roma contaba lo que dijo Buonarroti interpelado por un amigo:

- Debéis de conocer muy bien Roma, caballero...
- Qué quiere que le diga, solo hace diez años que vivo aquí.

Por supuesto unos días en la gran ciudad solo da para traerse una lata de sensaciones, imágenes, olores, sonidos, parolas, alucinaciones, indigestiones, encandilamientos. Eso no es Roma, aunque que quizá se le parezca, y tiene mucho que ver con lo que estudiamos en bachillerato en arte. Vamos a ver Roma, no a vivirlo, por desgracia. Vamos a caminarla y también a toparnos con la representación real (vaya contrasentido) de las fotografías de los libros, porque uno tiene la sensación de encontrarse con las copias reales de lo que uno lleva almacenado en la memoria. El original lo llevamos nosotros encima. Y ha sido la imaginación, que llena todos los huecos, y los libros y las películas las que fabrican una Roma propia, interior. Es curioso que más que los grandes momentos fellinianos en los que aparece la ciudad, casi como una protagonista más, o como la protagonista única con personajes de fondo (La dolce vita, Noches de Cabiria...), uno llevase a Roma una Roma sacada de una película en la que no esta sale nada, en la que apenas se ve la calle; estoy hablando de Gruppo di famiglia in un interno, de Visconti, ambientada en los áticos de un Palazzo. Roma, para mí, era la vista desde ese ático, y poca cosa se veía o imaginé, que ya no sé. Y esa era mi Roma deseada; esa es mi Roma. Cuando alguien me hablaba de Roma uno veía la terraza de ese ático, una calle quizá, una piazza. Lo mismo que Cervantes no describe el paisaje manchego y La Mancha está muy presente, la vemos, Visconti apenas muestra Roma y en cambio para uno Roma está ahí. Raro. Ni siquiera es intencionado, son cosas que uno reconoce en sí mismo pero que no elige. Sabemos que es la Roma que hemos visto por sus calles de edificios terrosos y de rojo gastado, como una vieja dama con el careto hecho un mapa por las pomadas de colores. Es también la Roma cansada de sí misma, de sus monumentos, de su historia reescrita una y otra vez, arrasada una y otra vez, de todos los que la habitaron y la usaron y dejaron su huella, de sus soldados y emperadores, de sus curas y papas, de sus turistas ahora, de las personas que la pisan cada día. Es una ciudad, sí, colmada de huellas, y no todas grandilocuentes y eternas. Son muchos siglos y la vieja Roma es también, quizá más que nada, un lugar de rincones en los que no metió mano ni Miguel Ángel ni Bernini, porque tiene que haber de todo, y junto a los palazzos descascarillados bajan calles oscuras, húmedas, coloreadas por grafitis (Susy ninfomane), y bolsas de basura panzudas a las puertas de los locales dan paso a tiendas de antigüedades y librerías de viejo que son viajes en el tiempo y refugios para calmar la agorafobia. Es la lluvia sobre los adoquines; no sé qué es la lluvia sobre los adoquines, quizá son los mismos adoquines y la misma lluvia de otra ciudad que uno conoció, y que vuelve, como si en cada ciudad viéramos siempre la misma ciudad.

- Qui prendiere?
- Due birra, per favore...

Claro que hay una Roma excesiva, que empacha, pero de eso ya tiene tanta culpa Roma como el que se empacha. Sólo cuando uno deja de buscarla encuentra Roma, mientras se toma unas birras en una terraza cualquiera y el sol anaranjado empieza a darse el piro y las mujeres pasan contando los pasos o mirándose los zapatos y se pierden calle abajo, para siempre. Las ciudades son así de caprichosas, y más las viejas divas. Me gusta esta frase de Eugenio de Andrade; “As cidades sao como as pessoas, tem os seus segredos, e as vezes guardam-nos bem guardados.”

7 comentarios:

conde-duque dijo...

La primera vez que uno va a Roma no le queda más remedio que joderse y ser un turista más, pero siempre se puede mirar con otros ojos. Hay espacio. Como en todo. Los hay que ven en Gran Vía un agobio de tráfico camino del trabajo; otros vemos el espectáculo de la vida, siempre renovado e interesante. Y disfrutamos.
Estas cosas están más en uno mismo que en lo que se ve. Y también influye lo que uno sabe, y lo que ha soñado, y vivido, y lo que ha leído (como lo que dice tús de la peli de Visconti). Las siguientes veces ya te puedes desprender un poco de todo eso. Ira haciendo tu vida, tu ciudad.
Todo el mundo dice que ahora, por culpa del turisteo de masas, no se puede disfrutar de estas ciudades tan visitadas. Qué gran mentira... En Venecia, por ejemplo, que es una ciudad más turística si cabe que Roma porque es mucho más pequeña y no hay vida, la plaza de San Marcos está a rebosar de turistas, pero caminas cinco minutos y estás solo, absolutamente solo, de verdad, y pasas calles y cruzas canalillos y sigues solo. No es tan difícil.
[O Santiago, por ejemplo, en verano hay demasiada gente, y molesta, pero seguro que puedes darte tus paseos y descubrir historias en la gente. Donde unos ven unos tunos cachondos, otros pueden ver vidas que se rompen y entristecen.]
Por supuesto, después cada uno se hace su ciudad. Yo no me identifico con la de nadie, ni creo que se puedan transferir esas emociones. [Por ejemplo, las páginas de Baroja que mencionabas ayer sobre Roma demuestran (desde mi punto de vista) una ignorancia tan grande, una osadía tan paleta, que, en fin... La de tonterías que dice el tío. Y no me refiero a sus opiniones (artísticas o lo que sean), que en eso no me meto. Tampoco Miguel Ángel o Rafael son santos de mi devoción. Es una incomprensión general del turista que dice fingir no serlo. Pura ignorancia. Una cerrazón brutal, la de un hombre que parece llevar su amargura y sus miserias a cuestas y que lo único que quiere es imponerse. Así no se puede disfrutar de la vida, ni tener amigos... Ni conocer Roma, claro.]
Cada cual tiene derecho a expresar su experiencia, faltaría más, pero para "cagar sentencias" hace falta tener un poco de conocimiento de lo que se habla, creo yo.
Yo sólo sé que Roma es lo mejor que me ha pasado. No exagero. Me alegro de vivir por haber pisado esa ciudad y haberla visto un poco. Y seguiré yendo para sentirme más vivo.
Supongo que me pasa en general con las ciudades. No soy de campo. En Londres me dejé mucho también, y disfruté tantísimo que sólo puedo estar agradecido. Las ciudades nos superan porque son el resultado de siglos, de millones de personas vivas y muertas, de huellas visibles o invisibles... Captar eso es de las cosas más emocionantes, pero hay que estar dispuesto.

conde-duque dijo...

Y perdón por el discurso, que me he pasado. Sólo me ha faltado poner al final: "He dicho". Para cagar un poco la sentencia...

Portarosa dijo...

Qué texto tan bueno, Maba.
Y el comentario de Conde, igual. Esta frase, Una cerrazón brutal, la de un hombre que parece llevar su amargura y sus miserias a cuestas y que lo único que quiere es imponerse, me parece, al margen del tema de hoy, magnífica.

Sendos abrazos.

Mabalot dijo...

No, gracias.
Es un texto precioso el que me has colado aquí. Lo incorporo a mi recopilación de textos sobre Roma, que estoy haciendo ahora. Antes de ir a Roma apenas leí nada. Me aburre que me nombren calles y cosas que no he visto. Ahora tengo algunos libros que estoy disfrutando y me gustaría escribir un texto sobre ellos; la Roma de Dickens, de H. Taine, de Baroja, Stendhal, y si encuentro algo de la de Pla. Sus cartas desde >Italia habla de todo menos de rOMA; dice que es un caso aparte. Incorpora la Roma de Conde-Duque, que es la que más me gusta. (Si hay algún libro sobre la ciudad que te haya gustado recomiéndamelo)
Aunque odiase Roma, cosa que no es, solo con leer lo que dices de esa ciudad ya acabaría uno admirándola. Todos los que te leemos tenemos un poco, yo creo, ese fervor por la Roma que cuentas.
Cierto lo que dices. He hecho de turista en Roma y sobre todo de paseador. Y escribo para saber qué pienso, para saber algo.
Baroja no es de admirar por lo que dice. Sino por cómo lo dice, cómo escribe su libro de Italia. mezcla datos, y nombres de calles y plazas e historias de forma sencilla y tiene un talento natural para hacer esos libros tematizados. Eso admiro. Sus encogimientos de hombros me hacen la gracia que me haría escuchar a alguien en una taberna hablar de el último partido del Madrid, o de la descomposición de España; opiniones dichas o no con gracia de la que uno se olvida nada más salir a la calle.
Tú mismo has dicho que a Baroja no hay que hacerle mucho caso cuando opina; a veces acierta y está bien pero muchas veces mea por fuera y nos hace gracia y no se lo tenemos en cuenta porque nos convence de otra manera. Nos convence el cómo, el escritor, no el opinador ni el alma sensible. Está claro que Baroja era duro de mollera; no le sacabas de sus cuatro cosas, y así toda la vida. Su gracia y su condena.
Nada, me quedo con tus palabras; "Las ciudades nos superan porque son el resultado de siglos, de millones de personas vivas y muertas, de huellas visibles o invisibles... Captar eso es de las cosas más emocionantes, pero hay que estar dispuesto."

Mabalot dijo...

Hombre, Porto, nos cruzamos. Somos invisibles y hablamos sin vernos.

Gracias. Conde tenía que hacer un libro sobre Roma.

Un abrazo, amigo.

Sebastián Puig dijo...

Un nuevo tesoro para un buscador de miradas como yo. Un magnífico texto, amigo.

Mabalot dijo...

tesoro de lector que tengo... joder, vaya lujo, parece que te pago...

Gracias. Cuando gane el premio de cuentos de mi barrio voy a tener que nombrarte...