28/8/07

Umbrales


Francisco Umbral, un Umbral delgado, que casi parece inteligente, sobre fondo negro, con motivo en blanco de silla alabeada, me mira desde un póster.
Francisco Umbral (inicio de un diario titulado La belleza convulsa, 1985, Planeta)

No, a mí no me mira Umbral desde ningún póster, y menos desde un póster en pelotas. Quizá desde la tapa de un libro que estaba por aquí cerca, pero ni siquiera mira a la cámara, parece que mira a un punto como espantado, como si estuviese presenciando un asesinato. Esas gafas le hacen los ojos pequeños, como de topillo. La prosa de Umbral, la cosa de Umbral, que usaba su prosa como otros usan su coche o su moto o su chalet en la playa. Esa como ostentación de divinidad en la confección de retales en prosa. Hay cosas horribles en la prosa de Umbral; el tonto, el ángel tonto, la niña mendiga, la cabra ninfómana y las peluqueritas y las meretrices, camastrones, que son los críticos “camastrones y ágrafos”, poetas lacios, galvanizados, tamañones y un pintor ciclán, con un solo huevo.

Fue Larra, un poco, fue Ramón, fue Valle, fue Baudelaire, fue González-Ruano, fue poeta en prosa, ya digo, a veces demasiado poeta, aunque lo advirtió pronto: “Todos empezamos de poetas. Hay que asesinar al poeta a tiempo, en la cocina de provincias, con el cuchillo de descamar el pescado.” He tenido que ir a la cita porque uno recordaba el cuchillo de matar al cerdo. Cosas de subconsciente, aunque no exista. Umbral, a pesar de que no mató del todo a su poeta, es, sí, el siglo XX, al menos en periodismo, en cierto periodismo. Fue un escritor de diario, de diarios, que tematizaba vagamente sus textos, para vender otro libro diferente que nunca era diferente, pues Umbral no solo escribió el mismo libro, quizá como todos los escritores, sino el mismo párrafo. Su obra es el mismo párrafo repetido una y otra vez; uno tardó varios años en darse cuenta, o en querer darse cuenta. Pero lo que no mata engorda.

Me pasa con la prosa de Umbral lo que con la tarta de queso; hace años me empaché y ahora no puedo catarla, ni olerla, la tarta. Si tuviéramos varias vidas es posible que gastase varias de ellas leyendo todo Umbral, pero teniendo una sola, o habiéndole cogido cariño a esta concreta, casi que no, aunque puedo decir que empecé a infectarme del vicio de los libros con los suyos, que me llevaron a otros (criticados por él, en su mayoría, me iba con el enemigo...), al tiempo que me salían unos pelitos en el pecho y creía que la marquesas nunca debían salir de casa a las cinco en las novelas. Después vería en Galdós que las marquesas bien pueden salir a la hora que quieran y hasta hacer pis si tienen ganas y no ser garbanceras, o al menos no más que contarse los pelos del pecho o de donde sea punto por punto con pretensiones líricas.

El mejor Umbral es el de los ensayos. Nadie sabía de primera mano, y de lecturas y sobre todo de nariz, tanto de literatura castellana como este hombre. Y lo que quizá es más importante e indiscutible; nadie sabía escribir de ello en castellano con esa intuición del revés que lo decía todo tan bien, aún equivocándose adrede para salvar su culo de prosa que se mira el ombligo, o el paquete. Sus libros sobre Ramón, Larra, Valle, y en sus manuales de literatura, a pesar de que sus opiniones son de supervivencia, son de lo mejor. Cada uno salva del olvido a los que se le parecen a uno en limitaciones, en incapacidades, y se recubre toda esa salsa darwiniana con justificaciones índole teórica, que la verdad está allí y no allá. Decía Paul Klee que uno encuentra su estilo cuando no puede hacerlo de otra manera. Umbral abomina de Galdós precisamente por eso, y en cambio piensa uno que en el fondo Umbral siempre quiso ser Galdós, ese novelista de raza, esa actitud hasta el final, o Baroja, que le salían las novelas casi sin querer.

Umbral fue Umbral, también, lo que no es moco de pavo, y aunque no tuvo (ni quiso al parecer) sillón en la academia, tiene un sillón de mimbre bien destacado en la literatura española de este siglo.

La vieja Olivetti de Umbral, que últimamente ya escribía sola, con solo acercar la mano, y así le salían unos artículos un tanto meapilas.


Umbral, con sandalias, etcétera.

Varios Umbrales, mirándose unos a otros, como en uno de esos duelos a tres de las pelis de Morricone. Una metáfora excelente de sus libros, un poco a lo Henry Miller, que pone el espejo detrás de la máquina de escribir para verse la cara de mono mientras teclea y recordar de donde venimos etcétera.

12 comentarios:

Edmundo Busoni dijo...

Resulta curioso que siendo Umbral -en mi opinión- uno de los escritores españoles más hueros, detestables y peor dotados para la literatura (y al que perfectamente podría aplicársele aquello que dijo W. Benjamin de otro: "metido por error en la historia de la literatura, y no hay quien lo saque") este post-homenaje es el que más me ha gustado de cuantos lleva Ud. escritos.

Le felicito Mabalot por este artículo, espléndidamente escrito, a pesar de que pienso que sus apreciaciones sobre Umbral son excesivamente generosas. Escribe Ud. mucho mejor que él, se lo aseguro.

Sebastián Puig dijo...

Coincido contigo en el empacho sufrido con este maestro del lenguaje, al que personalmente perdono su excesiva arrogancia, vanidad y autosuficiencia. Cualquier aprendiz de escritor debería leerlo, sólo para saber hasta donde pueden retorcerse las palabras. Y desde luego, me adhiero a la apreciación de Edmundo sobre la enorme calidad de este artículo, digno de figurar en cualquier medio escrito de primera línea. Postúlate YA como columnista.

Un abrazo, amigo.

M. dijo...

Mabalot, querido, escribes como Dios. ¡Y qué joven eres! Saludos

M. dijo...

Mabalot, a lo largo de todo el día he estado aquí (www.nickjournalarcadiano.blogspot.com) leyendo cosas muy interesantes sobre Umbral (en los comentarios). Y allí ahora mismo, entusiasmado, he invitado a pasarse por aquí a disfrutar de tu brillante artículo, con el que ya sabes que no estoy de acuerdo, al menos en buena parte. Te invito a pasar por allí, no a comprobar mi buena acción del día, sino a leerte las opiniones sobre nuestro ilustre finado, que son varias y casi todas apreciables.

Abrazos.

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

He leído algunas cosas de las que se han escrito de Umbral tras su fallecimiento y tu entrada es, querido Mabalot, lo mejor. No por morirse se han de merecer gracias para las que no se hicieron méritos en vida; pero tampoco habría que hacer leña del árbol caído. Y lo que se lee en estas ocasiones suele estar en una u otra trinchera. Quizás por que se sale de ellas y porque además está tan bien escrito, este Umbral tuyo me parece ejemplar.
Un abrazo.

conde-duque dijo...

Ah, que se ha muerto Umbral!!! Pues no lo sabia...
Yo aqui, abstraido del mundo, no necesito literatos ni esquelas.
Un articulo verdaderamente genial, como todo lo que sale de la mano de Mabalot (lo repito: el mejor escritor que conozco de menos de 30 agnos).
PD: las fotos en bolas sobraban, dan repelus...

Mabalot dijo...

Sí, dan repelús, casi buñuelesco, pero las había peores, créeme.

Primero, gracias a todos, amiguetes, me gusta que os guste. Sr. Busoni, al que se agradece que vuelva a aparecer, se le echa de menos.

rythmduel, mi gran jaleador, a ver, a ver... si me postulo...

Y Manuel, que me menudo lío tienen montado en ese blog que me recomendó y donde me recomendó (hostia, gracias, colega), con casi 600 comentarios.

Diarios; más triste que el juego clásico de hacer leña del árbol caído (es raro que el árbol reaccione, y además lo práctico también con desparpajo Umbral cuando el cadáver de Cela en padrón estaba en manos de ministros, camino del cementerio...) es que casi se le recuerde más por las embestidas que le metió a la Milá que por otra cosa. Son como los que conocen a Cela por ser un señor que era capaz de absorber no sé cuántos litros de agua por el culo.
Méritos aparte, escribió más de una centena de libros, y no todos son malísimos, y se puede aprender mucho de él (hasta qué errores evitar, como escritores), así que algo más que tomate se podría comentar, y creo que hay algún artículo que vale la pena; yo al menos me quedo con el de Juan Bonilla, con el que estoy muy de acuerdo.
Arcadi dijo algo interesante; dejaba pensar a las palabras. Cierto, y además tan umbraliana la definición.
Se dijeron, lo que leí por encima, muchas chorradas. Las dos Españas siempre dando la vara.

Conde, qué tal por allá. No me extrañe que no necesites saber nada de escritores etcétera. Desde Roma, Umbral se debe ver muy pequeñito.
Ya hablaremos sobre Roma, que me cuentes, que me piro a mediados de septiembre... Viva Italia!! Viva Palmerino!!

Un saludo a todos.

Anónimo dijo...

Magnífico post. Me pasa un poco lo mismo que tú describes: a mí también me saturó. Sin embargo, saturado y todo, he vuelto a él varias veces. La cita es fantástica: asesinar al poeta a tiempo... Dentro de una semana o así escribiré sobre él. Roberto Zucco.

Enrique Baltanás dijo...

Excelente artículo. GRacias.

Mabalot dijo...

Gracias, don Enrique y don Roberto, por pasarse por aquí y comentar.

Ya menos, pero me quedé estos días con las ganas de seguir hablando, escribiendo, sobre Umbral.

Acabo de cenar y mejor dejo pasar el toro; volveré a él. Casi seguro en unos días, cuando las aguas vayan menos revueltas y el fondo se intuya al menos. Mi fondo, claro. Volví al libro fetiche (¿el único?) de es te autor para uno; "Las palabras de la tribu". La mejor prosa de Umbral, estoy seguro, está ahí. Es un Pla más suelto, menos azoriniano y seco o controlado, un poco, manda carajo, relajado a lo Baroja. Una prosa sin faja; ni la lírica ni la otra, la de mínimos.

El tema personal, que si tenía un ego como un piano y cosas así... Cosa rara en un escritor, vaya. Vanidad de vanidades es casi todo lo que se publica, pero eso no importa si la cosa está bien; como no importa que no se cambiara el calzoncillo cada día; a su mujer sí, a mí, como lector me da igual.

Se ha armado un pequeño revuelo con su muerte. Era viejo, enfermo ya y cascado y hacía tiempo que perdía aceite... y en cambio, algo se movió en los intestinos de la literatura, como una pequeña caja de pandora...

Bueno, seguiría pero no tiene sentido escribir aquí un comentario/ post dando la traca como a escondidas.

Una cosa que queda como recuerdo. Una cita de ramón Tamames de estos días, sacada de algún periódico, no sé cuál;
'El economista Ramón Tamames ha destacado que "era muy amigo de Umbral, pero no íntimo porque Paco era muy suyo y no tenía intimidades con nadie. Hay que recordarle como una persona que iba por la vida aparentemente desdeñando a todo el mundo, pero con una nostalgia de su propia vida y del ser querido que perdió'.

A. C. dijo...

Regreso de un mundo sin silicio y me encuentro este artículo, tan justamente ponderado por todos los que dejaron su comentario. De hecho, yo tengo que escribir uno sobre Umbral para el periódico y me temo que tendré que citarte, o piratearte, como hacía el difunto. ¡Ya podían haberte publicado este artículo en El País y no el infumable rollo de Juan Cruz! Además, coincido en todo por una cuestión biográfica: Umbral me enseñó a practicar el 'Vuelo sin motor', en expresión de César, de quien Umbral tanto copió: se trata de dotar a la prosa de un ritmo sostenido por el constante quiebro de raíz oral y la metáfora sencilla, pequeña, comprensible. Su prosa de pequeños escalones, de versos breves entre comas que suben o que bajan, es, antes que nada, un método para dejar que sea la prosa la que escriba. Umbral citó un millón de veces a Roland Barthes y su 'escritura transitiva'; con eso justificó sus querencias, sus vacíos y sus dependencias. Recomiendo a los solaneros que le echen un vistazo a los 'Retratos de España' de Ramón Gómez de la Serna, a los 'Españoles de tres mundos', de JRJ o a las 'Memorias' de González Ruano. Esos tres libros revueltos y pasados por el brillante chino-chano de su prosa dan a Francisco Umbral. Ahora bien, Mabalot, todos los que nos hemos jartado y después empalagado con Umbral en realidad sentíamos cierta empatía con el escritor que triunfa sin tener nada que decir, como si leyendo a Umbral soñar fuese más fácil. Umbral es lectura para adolescentes que quieren ser escritores, y quizá una de las más recomendables, porque por lo menos enseña, para toda la vida, que la lectura es algo que se hace con los ojos, pero también, y sobre todo, con los oídos.
Reitero mi felicitación, y saludo a todos los cofrades.

Mabalot dijo...

Claro, lo que ese echaba en falta era la bernardina sobre Umbral, en todo ese pequeño revuelo que se montó en el patio literario. Bien pensado podía haberse muerto unos días después, que a él tanto le daba, y así me daba el gusto Cíteme si quiere, que además salir en una bernardina me hace mucha ilusión.
Sí, Umbral y su grado cero... Sospecho que el primer tropezón de el escritor Umbral es no saber hasta dónde es capaz de llegar, al contrario que un Pla, que no se sabe novelista, y menos poeta, ni quiere hipnotizar a las señoras y viejos y adolescentes con su prosa.
Pero lo leí mucho de chaval, y sí, quizá era el sueño de una prosa deslumbrante y de algo tangible a lo que agarrarse.
Las memorias de Ruano las tengo en la parte baja de la estantería, por Renacimiento, para que no se me venga el mueble abajo, pedazo tocho, y volveré a ellas, aunque en su momento no me gustaron mucho. El JRJ ese lo leí de la biblioteca cuando me dio por la crítica juanramoniana, que me sigue dando fuerte, y que espero publique otra vez (están al parecer en ello) Visor Libros. Ese Ramón creo que no lo leí. ese tipo de libros me encantan, retratos reales, de esos señores, además...

Gracias y bienvenido.