Aparcado en una esquina tenemos un ordenador viejo que aún levanta el párpado si le damos al botón. Hace un ruido como de turbinas arrancando y algún que otro bip y tarda mucho en estar listo para que el ratón nos haga algún caso. Debería uno empezar de nuevo (en esto sí se puede) y pasarle por encima una capa de asfalto nueva, enterrando para siempre toda esa basura imantada al disco duro, todos esos iconos sospechosos cuyos nombres acaban en exe, dll, bin, txt, sfv... Pero, la pereza para meter la cabeza en estas cosas es infinita. Y además el uso que se le da es limitado.
Es pieza de museo que aún respira, y los trabajos que le encargamos son ajustados a su edad, más propia de echar unas partidas al dominó que de trasegar con asuntos que requieran brazo de piragüista, aunque apenas necesitemos esclavo electrónico de brazo tan poderoso. Hace poco reventó al encenderlo; es el infarto o la embolia de los ordenadores. Se le quemó el sistema de alimentación (ese fue el diagnóstico probable de un conocido) y se lo cambié, con la parsimonia de un cirujano operando un extraterrestre. Parecía que todo iba bien, pero sigue con achaques. Un día se queda tieso, congelado, con la mirada fija de un muerto, otro día el riñón no le responde, o le dan taquicardias, o se le duermen las piernas, y así, variando en males. Es un Amd 900, del pleistoceno, de cuando Marujita Díaz era virgen.
Al encenderlo siempre pienso en una gran máquina excavadora en un vertedero, removiendo despacio quilos y quilos de basura, con algunas gaviotas sobrevolando el revuelto de desperdicios de toda calaña y cosas viejas que merecían otro fin, y que fueron a compartir cementerio con tanta mierda. Quizá también algún tesoro olvidado.
Encontré el otro día un libro de Cunqueiro que se titula "Tesouros novos e vellos", en Galaxia, segunda edición de 1980. El título en blanco y en minúsculas, una foto de un brazalete con piedras azul turquesa sobre una tierra hundida por la rueda de un tractor, o eso parece. Con muchas sombras la foto, de salida o puesta de sol. La contraportada negra. El texto de Cunqueiro empieza así:
"GALICIA É UN PAÍS DE TESOUROS ESCUSADOS NOS CASTROS, ASOLAGADOS nas lagoas, enterrados aquí ou acolá, e cáseque sempre ben gardados por mouros, enanos, xigantes, fadas, cobras... Son os que se chaman encantos."Podría ser este, entonces, el caso de un ordenador encantado. Además de viejo.
3 comentarios:
No había leído antes unas palabras tan cálidas dirigidas a un viejo ordenador, compañero de tantas fatigas literarias y objeto frecuente de nuestras más destructoras iras. Siento decírtelo, pero como informático te recomiendo la compasiva eutanasia, no sin antes haber salvado para la posteridad la preciosa memoria de esa irrepetible máquina. Aprecio a las personas que aprecian sus cosas, incluso las aparentemente más prosaicas. Un abrazo.
... y muy apropiado Cunqueiro, permítame añadir, querido mabalot.
Estoy totalmente de acuerdo con Rythmduel, aunque le suelo coger más cariño a otros objetos que a los ordenadores (incontables putadas me han hecho; son imprevisibles, o uno es ignorante, que también puede ser).
Cualquier excusa es buena para tirar de Orestes.
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