El cielo nocturno se había convertido en un rojizo resplandor. Chataillou ardía, y los habitantes del pueblo querían asegurarse de que todos los lords y ladies arderían con él.
La chica corría a trompicones por la tierra lodosa intentando poner distancia entre ella y el castillo en que había transcurrido su joven vida hasta ese momento.
Ciudadana Juliette, Louise Aragon
Esta novelita porno, o erótica, lo mismo da, no sé de dónde sale. No sabía que este machote escribía guarradas, pero sí. Yo ésta me la encontré de saldo, enterrada entre caca de García Mázquez y caca de premio planeta cualquiera, y aquí la pongo.
La chica, esta nueva ciudadana Juliette, es acorralada en un granero por dos sucios y desaliñados campesinos:
[...] Cayeron sobre ella como dos bestias salvajes, hambrientos de sexo. Dedos callosos le separaron los glúteos en busca de la dulce rosa ámbar. Al percatarse de sus intenciones, exclamó:
-¡No, no! ¡No os atreváis!
Sus protestas fueron en vano. El último bastión de su virginidad no tardaría en desaparecer ante una agresión tan decidida. Los dedos de Alain jugueteaban ya con el apretado ano. Escupió en la mano y utilizó la saliva para lubricarlo, preparándose para el próximo asalto.
-¡Adelante, Alain! ¡Haz sufrir a la putilla!
El dedo de Alain le atormentaba el ano. La joven se retorcía mientras el hombre le introducía otro más y después un tercero. Su cuerpo agonizaba y con toda seguridad se desgarraría si sus agresiones no mostraban piedad.
De pronto el hombre retiró los dedos, pero el alivio duró poco. Enseguida sintió la punta del pene de Alain contra la entrada virgen y oyó el grito de placer que profirió al penetrarla. La muchacha tenía la sensación de que le hundían un hierro candente en el cuerpo; sin embargo el dolor era delicioso, un maravilloso e infernal tormento que la hacía retorcerse y gemir lujuriosa.