26/11/06

El samurai y la paella

Ya los cristales de nuestras ventanas se decoran con esas reuniones de gotas casi heladas en las esquinas, dejando un agujero seco y redondo en el centro que parece el aro del circo para que saltemos como leones al carajo. Afuera, sol, frío, lluvia, afuera todo. Dentro; yo y yo. Y los otros; el ordenador, las alfombras, el deshumidificador (que le da a este caos hogareño un ambiente de museo contemporáneo de pueblo), los platos aún sin lavar, el periódico a medio leer. Esta tarde me dejaron solo. Se fueron a gastar el dinero que es conveniente gastar cada semana, aportando un granito de arena al consumo nacional, al hundimiento general, o todos o nadie a la mierda.

Me gusta la soledad, aunque no todo el tiempo. La soledad está bien si se sabe que alguna vez van a volver, alguien. Es tan triste la soledad forzosa como la compañía forzosa, pero más peligrosa esta última porque a veces acaba en tragedia. Y preferible la primera, creo. Con toda la tarde por delante en casa decidí hacer el vago: decidí hacer el vago dentro del ocio. Es decir, no decidí nada; simplemente me dejé estar. Así, dando vueltas por la casa, robando una a una galletas en la alacena, limpiando el cadáver semioculto de un mosquito en la pared del pasillo. Y ya harto puse una película.

Le Samourai, de Jean Pierre Melville, de 1967. A los pocos minutos de tener a Alain Delon metido en una gabardina y con sombrero de gángster supe que no era esa la película que me apetecía ver. Pero la dejé estar; la tenía que ver; hacía tiempo que estaba esperándome, y sabía ya tanto de ella que era como si la hubiese visto, pero no la había visto. ¡¡Estaba hasta los cojones de la película!!: estaba hasta los cojones de llevar años (quizás ya había nacido con ese fervor) rodeándola con el deseo pero sin llegar nunca a... tocarla. Y además; ya estaba puesta, ya estaba pasando ante mí, y no había nadie en casa para molestarme ni para que se levantase a pararla.

Y bien; Alain Delon es un asesino a sueldo, Jeff Costello. Manga un coche (todos los coches son Citröen), arregla su coartada y se carga al regente de un pub. Se va a echar la partida a una habitación en lo que debe ser un antro; allí lo pilla la policía. Queda toda la película y ya lo tienen fichado. En la comisaría hay varias docenas de tíos con gabardinas. Se convierte casi por ciencia infusa en el sospechoso principal, el comisario es un as y bastante simpático. La verdad es que Costello/Delon es un muermo. Supuestamente es muy audaz y tremendo, un tigre dicen, pero con esa perspicacia del que le soplan a escondidas dónde está el micrófono escondido, dónde está el malo agachado y cuál va a ser el próximo movimiento de la pasma.

Además, todas las mujeres, bueno, dos son todas las mujeres, se le caen rendidas y arriesgan sus vidas por salvarlo. Se entiende, por ser Delon, y para eso salen en una peli de cine negro, pero el personaje tiene más pinta de putero o pajillero que de ligón.

Nadie puede con él; se las sabe todas. Y cuando no es así le echa una cable su ayudante; un pajarillo enjaulado (qué metáfora), que dada nuestra ignorancia no sabemos o ya no nos acordamos de qué ave hablamos; nos parece pajarillo de palleiro, del montón, sin especie definida, pues va a juego con las paredes guarras del apartamento. Cuando el samurai parece estar a punto de hacer una llamada compremetedora el pajarillo ayudante avisa a su jefe, en un lenguaje ininteligible para los espectadores, del micrófono que colocaron los polis en su ausencia y sorprendentemente lo guía hasta detrás de las cortinas dónde se escondía el chivato electrónico.

Todo acaba como el rosario de la aurora, el samurai gana pero pierde o pierde pero gana, porque él siempre gana, hasta el final. En eso parecen unas elecciones en España; nadie pierde, todos ganan, todos pierden... El final da igual. Delon, a mí, no me gustó; lo veo agarrotado, como si tuviese una contracción en el cuello que le impidiese moverse con normalidad. La trama; no hay trama. Esto no tendría porqué ser malo, pero es que tampoco hay personaje (es un estereotipo de un estereotipo, lo que tampoco me importa, soy poco exigente, pero es que desde el principio hasta el final no entendemos al protagonista o no nos creemos su supuesta astucia) y eso es quedarse con poca cosa. El único que parece tener sangre en las venas es el comisario; ese es creíble. Y el pajarillo, que está muy bien.

Como veis, no me acabó de convencer. Cuando me quise dar cuenta ya estaba en casa K.
Mañana hacemos paella.

3 comentarios:

conde-duque dijo...

No la he visto. Alain Delon siempre me ha caído un poco mal, no sé por qué.

la luz tenue dijo...

Me gusta eso de que la soledad está bien si sabes que van a volver...
Yo, cuando decido (y me dejan)hacer el vago en casa, lo primero que hago es dar un par de vueltas por el pasillo, como un león enjaulado. Luego me apaciguo.

Mabalot dijo...

Justo, LUz Tenue, dar vueltas por el pasillo, es lo que yo hago (también si me dejan; hacerse mayor parece que es que no le dejen a uno perder el tiempo), pero sin saber que estoy dando vueltas por el pasillo, de eso me doy cuenta después.
Conde-duque, tampoco se crea que me cae mal este señor, ni fu ni fa, aunque no lo parezca, pero en esta película no está muy bien; seguramente tampoco sea culpa suya. No sé.
Saludos.