Un mastín corriendo hacia mí. Me hago el despistado, no le miro a los ojos, se pierde el inmenso bicho por una visión periférica que no atiendo. Cuatro niños negritos persiguen al mastín y tras ellos una pareja de punkis, macho y hembra, blancuchos ambos. Ella con el flequillo muy corto y por detrás largo, quizá con rastas, varios pendientes pellizcándole la nariz, un párpado y por ahí algunos brillos más en una cara que parece de muy mala hostia. Él parece un poco estropeado; intenta encender un cigarro o lo que queda de un cigarro o porro, y se para porque ya gastó la piedra al mechero y quiere concentrarse en sacar petróleo de cualquier chispa. Me pide fuego y me fijo en sus cabeza echada hacia adelante, un tanto temblorosa, como si le saliese ya el parkinson; la barbita con calvas, la mirada de pajarraco desconfiado, una argolla en la nariz que no le queda mal, las cejas borradas, o extraviadas en alguna grieta de esa cara en la que es imposible ver al niño que fue. Se ha hecho una cara perfecta para lo que quiere aparentar. A las viejas seguro que las asusta mucho. Los niños negros corren alrededor de un contenedor, persiguiéndose unos a otros. Están gorditos y parecen muy felices. El mastín, por suerte, está lejos, escrutando el trasero de un caniche.
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Leo la entrevista a Eduardo Mendoza en El Cultural, que le hacen con la escusa de su próximo libro, o de su reciente libro, pues no sé si salió ya, supongo que sí [Tres vidas de santos]. No será porque la entrevistadora no le haya sacado temas que den un buen titular para la casa (es un poco cansino ir encontrándonos en todas partes los supuestos puntos flacos del gobierno, como buscando una unanimidad de todo el universo). Pero este Mendoza parece un señor discreto y de vuelta de toda polémica; sabe que el mundo ya está inventado y que en las entrevistas no hace falta decir gran cosa. Así a todo deja algunos comentarios graciosos, literarios mayormente.
Sobre el mundo editorial dice: "Vas a ver las novedades literarias y te encuentras dos sectas milenarias, tres cosas sobre la guerra civil y ahí se acabó todo. Así nos va. El otro día un editor me enseñó un libro que le habían enviado y por el que le pedían un millón de dólares como anticipo. Imagine: una mujer que no sabe que es descendiente de Sansón, tiene visión de rayos x, va a una escuela de magia y se enamora de un vampiro. ¿Imagina lo que habría que vender para amortizar ese millón de dólares, lo que costaría invitar a croquetas a todos los libreros para que lo pongan en escaparates, que ahora están todos así?
(y abre los brazos como si abrazara a una imaginaria ballena, entre risas)."
Sobre Cortázar y Borges: "Soy tan estúpido que se me ocurrió decir en Buenos Aires, hace unos veinticinco años, que se estaban equivocando porque despreciaban a Borges por razones políticas, reales o atribuidas, y en cambio estaban poniendo por las nubes a Cortázar. Les dije: Cortázar pinchará, y Borges cada día escribirá mejor. Y el tiempo me ha dado la razón: Borges, que es un disparate, nos ha dado todas las metáforas que estamos utilizando en este milenio, y de Cortázar no queda nada, un París polvoriento y bohemio, su intelectualismo. Es un buen escritor, claro, pero es que yo sólo me peleo con los talentos, no pego a los niños. "
Esta frase final es una excelente aclaración; no debería hacer falta, aunque no está de más recordarlo.
2 comentarios:
Qué razón tiene Mendoza... y qué escalofrío le recorre a uno la espalda cuando lee ese estúpido libro que le proponen a un editor y por el que piden un millón de dólares... que seguro que alguno acabará pagando.
Ya verás, Miguel; si coges el libro de Mendoza te hará gracia el último relato, que es mayormente al que se refiere la entrevista citada.
Una sátira simpática.
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