14/3/09

Contraportadas

No pocas veces resulta ridículo el texto de la contraportada de novelas y libros de relatos, y por ello uno de los gustos mayores de curiosear libros desconocidos es leer esos textos y hacerse una idea de lo que tenemos entre manos tratando de interpretar esos textos como el que intenta saber qué vida llevan los vecinos a partir de lo que ve por la ventana empañada. O peor, partiendo de los comentarios de una vecina chismosa que repite la misma cantinela de todos los vecinos, como si los confundiera un poco, como si estuviera un poco ciega y chocha. No sólo se invocan los tópicos más desgastados de cada género en estos textos sino que se insiste demasiado en hacer un resumen del argumento en el caso de la novela, cuando eso poco aporta en realidad ni dice mucho de lo que contenga el tal libro, a no ser en la literatura más comercial y plana y hueca.

Hay autores, en todo caso, que parecen escribir contra ese género, los muy perros, obligando a los escribidores de textos de contraportada a hacer verdaderos esfuerzos de mediación entre lo disparatado o descaradamente irreverente (un cachondeo de argumentos) y la sensatez del lector de medio pelo, tan asustadizo, y al que se dirigen todos los esfuerzos, malabarismo redimido si acaso por el anonimato de los que fabrican estos textos. En Alianza acaba de salir una novela de Jordi Bonells. Este es el resumen de la contraportada de su última novela, Dar la espalda, ganadora del Premio Quiñones (los subrayados son míos):

"¿Quién es en realidad Víctor Winz? El narrador, profesor universitario de literaturas hispánicas y novelista, apasionado del ajedrez y, de un tiempo a esta parte, a correr maratones, intenta reconstruir la incierta historia de este judío alemán, también ajedrecista, al que conoció en Niza en los años setenta, estableciendo con él, sobre todo a partir de su muerte, una extraña relación maestro-discípulo. El ajedrez se convierte así en el hilo conductor de sus propias trayectorias, marcadas por una única, insistente y paradójica pregunta: ¿cómo aprender a no jugar al ajedrez? El intento de reconstruir el borroso pasado de su maestro conduce al narrador a Berlín, Tel Aviv y Buenos Aires. Para ello, en una atmósfera porteña entre onírica y real, recabará la ayuda fantasmal del escritor polaco Witoldo Gombrowicz, que conoció a Winz a principios de su exilio bonaerense en 1939, y de una bruja uruguaya de nombre Cesaira. Sus pesquisas le llevarán, de forma sorpresiva, hasta los misteriosos asesinatos de cuatro nazis refugiados en la Argentina durante el peronismo, con los que la vida de Winz parece entrecruzarse.
Pero seguirle la pista a alguien puede no ser sino una forma, apenas encubierta, de seguirse la pista a sí mismo. Razón por la cual el narrador se verá abocado, progresivamente, a rememorar aquellos años de su infancia, en los que convivió con un empresario alemán del que su padre era el chófer, cuyo pasado remite a una Barcelona de posguerra donde también algunos nazis encontraron, primero acogida gozosa, luego protección y refugio.
Dar la espalda es una apasionante e inteligente novela, sarcástica por momentos, tan perfectamente medida como una partida de grandes maestros de ajedrez. Su sorprendente trama desequilibra al lector y le deja sin aliento desde la primera línea hasta el término de ese viaje iniciático en busca de Winz, en el que Bonells hace gala de una prosa inusualmente rica, ágil y fluida." 

He leído dos libros de Bonells y al menos de uno de ellos, Esperando a Beckett, me quedó un excelente recuerdo. No sé si el texto de la contraportada de esta convencerá a muchos que se acercan a Bonells por primera vez, o los desmayará directamente, pero el interior es mucho más apetecible que lo que se da a entender en esta joya de contraportada de la que apenas entiendo nada. 

4 comentarios:

conde-duque dijo...

Muchas veces es el propio autor el que escribe la contraportada. No sé si será este el caso, pero desde luego parece sospechoso que se den tantos detalles del argumento, incluyendo su "interpretación" (los editores no se leen tan al detalle los libros; más bien sólo se los hojean un poco). También puede haber sido un lector o colaborador externo que se ha tomado muy en serio su labor.
Pero yo creo que ha sido el propio autor, aunque imagino que las dos últimas frases llenas de clichés elogiosos son del editor (si no sería ridículo...).
Te lo dice uno que ha escrito muchísimas contraportadas, y en bastantes casos sólo conocía el índice (o sea, los títulos de los capítulos) y una leve idea de lo que iba el libro. Claro que no eran novelas sino ensayos. Lo importante era cómo hacer apetecible la "idea del libro"; por supuesto, con sus clichés elogiosos incluidos, lo que al principio me daba muchísima vergüenza. Después te tapas la nariz... y mientes, mientes.

Miguel Baquero dijo...

Joder, y además está fatal escrito. Sólo en la primera línea: "apasionado del ajedrez y, de un tiempo a esta parte, a correr maratones,". Parece que estaba el hombre jugando al ajedrez tan pancho cuando de pronto le han sacado de su concentración, y hala, a correr maratones. Es evidente que "apasionado (...) a correr maratones" como en realidad se dice,es una corrección flagrante. Y si no se dan cuenta de eso en la contraportada, ¿cómo te vas a comprar el libro?, ¿para qué?, ¿para que te chirríen los dientes? Por no hablar de esa trama "que desequilibra al lector", como si le hubiera entrado Puyol con los dos pies por delante. El "hace gala" de más abajo es de un cursi que asusta. En fin, un auténtico horror.

Mabalot dijo...

Ehh, amiguetes... Sí, este texto chirría, no le veo yo mucho sentido. Lo bueno es que puede ser tomado como parodia de ese tipo de libros en los que todos esos encuentros y desencuentros y sustos se saca sin ninguna vergüenza ni tono irónico.
En fin, ¿una bruja uruguaya llamada Cesaira? Y además el libro empieza así, creo: "Mi gato se llama Witoldo."
Lo que bien mirado es justicia poética. Una forma de poner los famosos bigotes a la Gioconda de... Duchamp...
Además, a don Witoldo le haría gracia la broma.

Justicia literaria también es decir que Jordi Bonells es un autor a tener en cuenta, un buen escritor yo creo. Después de quedar finalista en no sé cuántos premios por fin le cae uno importante.

Habrá que echarle un vistazo detenido a esta novela para saber que tal. Ya os contaré.

conde-duque dijo...

Sí, yo creo también en la versión "parodia" por parte del propio autor (y si es así, esos textos no pueden tocarse, aunque estén mal escritos). No creo nadie escriba un texto así en serio.