3/10/07

El mercadillo (1)

Justo delante de Hacienda, un edificio acristalado que parece un cubo de Rubik, hay una explanada enorme asfaltada en la que cada jueves se instalan los vendedores ambulantes con sus puestos. Es la feria, o mercadillo. Todo lo que se vende allí apenas existe para la Gran Recaudadora, y en cambio, los funcionarios la tienen delante de sus narices cada jueves. La mayoría de los puestos están regentados por gitanos, que gritan un poco como los antiguos charlatanes de productos mágicos que iban por los pueblos ofreciendo el cielo en botes por pocas pesetas.

Hemos bajado a ver qué se ofrece. Hace un frío que pela y en esa explanada el viento, que parece también interesado en comprarse unas bragas o unas tarteras, no deja de rondar entre los puestos. Es un viento afilado que insensibiliza las orejas a todos. Quizá sea muy temprano, aún no son las once, y algunos sacan de los maleteros sus mercancías y los van colocando con parsimonia, casi con cariño. Mientras, permanecen mudos, reservándose para después. El público, en cambio, ya da vueltas por los corredores; llevan todos las solapas levantadas, el que las tiene. Uno tras una mesa con todo tipo de cables y cargadores para móvil y relojes y altavoces me mira; Cómo pela, ehh... Lo dice dando saltitos a un lado y a otro sin dejar de disfrutar de la vida. Al sonreír se le ve que le falta una muela, o dos, y tiene los pelos de la barba incipiente muy separados, como si fuese ruso. Hay negros que venden alfombras, o marroquíes, y son también los primeros los que venden las copias piratas de las películas y los grandes éxitos musicales. Son tan rápidos de reflejos para las novedades que pueden tener a la venta películas que no solo no han sido estrenadas, sino que aún están sin terminar, y quizá algún día vendan películas que ni se le han ocurrido al autor, lo que será sin duda un prodigio y cosa de gran mérito. Siempre están muy pendientes de la policía, mirando por encima de las cabezas y sospechando hasta de su sombra. Un día salieron corriendo todos, dispersándose por todas partes, y muchos señores vestidos de personas normales le perseguían como niños. Varios coches patrulla aparcados y con las puertas abiertas alarmaban a las marujas que pasaban comiendo churros, pues parecía que algo gordo se estaba cociendo. El pasmo a estas les duraba poco pues ya nada las impresiona y están acostumbradas a ver de todo; además necesitan ropa para el invierno y no hay tiempo que perder ni sitio más barato para comprarla, que dicen los gitanos que es todo ropa de marcas que le sobra al Corte Inglés y a las tiendas. Los policías se gritaban muy agitados; se notaba que la operación era muy importante. Iban varios a por uno y lo cogieron. El otro se escapó, dijeron. Al desafortunado lo traían cogido de la camiseta entre dos, y parecían muy tranquilos, como si todo fuese un juego y ya hubiese acabado. El negro, joven y con los ojos muy abiertos y muy blancos como un negro de dibujos animados de Disney, se dejaba meter en el coche patrulla de la Nacional; los señores que lo traían, uno de ellos gordo y grande como un buey, respiraban con dificultad y parecían que tenían asma e hinchaban mucho los pechos para coger aire.

Oigo a unos gitanos que hablan en alto. No venden nada; están allí de tertulia, tres, muy juntos en medio de un pasillo. ¿Cuanto necesitas tú?, dice uno que viste un traje sin corbata y lleva el pelo largo y mojado y con un mechón cayéndole como una liana por delante de un ojo. Veintinueve millones, le responde el otro, que lleva un jersey y tiene la cara cebada y una papada tranquila y ronda los cuarenta y pico. Hay un tercero que no dice nada y parece estar aprendiendo; es joven y lo suyo es callar. El del traje está muy agitado, quiere ser convincente, y habla de unos treinta millones que alguien le deja y con el resto blablabla y los miro pero les da igual y siguen hablando de millones cuando me alejo.

4 comentarios:

conde-duque dijo...

No te preocupes, que para cuando en el top manta vendan películas que ni se les haya ocurrido al autor, ya la SGAE habrá inventado un canon para cobrarnos la futura obra de esos autores, y la de sus nietos, y un canon por el aire que respiramos, por si algún día nos da por respirar y piratear música al mismo tiempo...

brandonmarlo dijo...

Qué grande mantenerse al tanto de lo que ocurre en Compostela desde su particular visión, es usted mi Radio Macuto, muchas gracias.
Unha aperta!

Sebastián Puig dijo...

Siguiendo el razonamiento de conde-duque, en el futuro llegaremos a una especie de Minority Report del Top-Manta:

-Oiga usted, queda detenido por el futuro pirateo de...

Como viene siendo habitual, un magnífico texto marca de la casa.

Mabalot dijo...

Saludos, colegas.
Un abrazo a todos y unha aperta a brandonmarlo, que se le echa de menos un café o unas cervezas... o un desayuno. Nos vemos.