12/3/09

Qué risa

Para mi hija ser gracioso o simpático es una tara. Un defecto importante. Si uno quisiera molestarla un poco sólo tendría que decirle; qué graciosa eres, o el más normal, qué risa, y reírnos delante de ella por algo que ella hubiera hecho o dicho e inmediatamente lo tomaría como un insulto y se enfadaría. Y no es, claro, que adoptemos un tono de burla, ni siquiera simulada, ni que la situación merezca una seriedad de funeral y la risa esté de más. Quizá ahora le pase menos y ya vea como algo lógico (y no ofensivo) que los que estamos a su alrededor nos riamos y que esas risas puedan estar causadas por lo gracioso que pueda ser su forma de hablar o por sus frases o preguntas o comentarios acerca del mundo, siempre chocantes y fabulosas en un niño pequeño. Ella, en cambio, se ríe muy a gusto con nosotros, o de nosotros, y hasta se le ocurre llamar a alguien payaso mientras se ríe de las gracias de ese alguien. Puede que ahora vaya aceptando esto (la risa no tiene porque ser ofensiva), pero si le preguntamos si ser simpático es malo ella lo tiene claro; es muy malo y ella ni es simpática ni pretende ser graciosa, cosa que de ser así le haría llorar con esos lagrimones gruesos que le salen a los niños verdaderamente disgustados. Nadie que admire de veras, por ejemplo Superman, podría provocar risas a su alrededor. Uno puede volar, ser muy listo y tener una capa en la espalda, pero hacer reír a los demás no entra dentro de las cualidades ideales de una persona. Lo curioso es que no tiene reparo en reírse en alto (su carcajada se eleva por encima de todos los ruidos y voces en cualquier sitio), de muchas cosas y personas y disfrutar con las bromas de otros. Incluso cuando su risa puede ser de verdad ofensiva, aunque disculpable por su edad (tres años y medio), para otras personas, como alguien con turbante o una mujer sin pelo.

¿De dónde le viene esa idea de que ser gracioso es negativo? Ni idea, pero cuando era más pequeña este pensamiento estaba más arraigado. Digamos que ahora acepta poco a poco que sus acciones o palabras puedan resultar graciosas sin que ello suponga una burla o insulto a su persona.

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