9/4/08

A la luz de la pantalla


As noites de inverno soio son boas para os trasgos, para as meigas, para os lobos… E para quen escoita contos de medo sentindo rombalo vento.”

(Á lus do candil, Anxel Fole, ed. Galaxia, 8ª edición, 1989)

Una de las mayores calamidades que le suceden a alguien al hacerse adulto es perder el miedo a lo desconocido. Se la refanfinflan a uno los fantasmas, los niños videntes y las casas encantadas, las brujas con verruga y escoba, y los males de ojo y maldiciones en general. El miedo a lo desconocido se cambia por el miedo a lo conocido, a lo tangible. Una pena. Tangibles son las facturas, los jefes, las enfermedades, que el equipo de uno baje a segunda división (y si está en segunda que baje a tercera, y así sucesivamente), y hasta la soledad. La soledad es temor muy palpable también; o es palpar aire, es estar rodado de aires por todas partes. Es no encontrar cosas vivas y más o menos mullidas que abrazar o escuchar o aburrir o a las que contar chistes. Es otro miedo, de los sin misterio.

Envidio a esas personas que parecen creer en voces del más allá, en fantasmas cabreados, en manchas de humedad figurativas. No es que uno sea más valiente (estoy por confesar que todo lo contrario), pero de alguna manera una vez que nos convencemos de que Papa Noel y los Reyes Magos son una conspiración bienintencionada de nuestros padres ya es difícil dar marcha atrás y volver a creer. Pues eso. Y lo mismo con todo lo demás. Lo que no es ciencia es folclore, y el folclore ya sólo interesa a los antropólogos, que estudian la tradición brujeril con la misma escrupulosidad científica con la que desarrollan una teoría del cocido. Uno ya no cree que un extraterrestre tome posesión de su cuerpo, como nos hacía creer Lovecraft; desconfía de los niveles de noradrenalina, de la resaca, de las patillas para la tos que nos sientan mal, o del estrés, que dirá el médico de cabecera (o un virus o estrés, he ahí la cuestión), y si oímos voces que nos amenazan y no hay nadie cerca ya no piensa uno en un fantasma que se aparece para reclamar viejos pleitos inconclusos. No, mira uno su móvil pues seguramente tenemos a alguien esperando y se nos ha ido el santo al cielo. Ya no le asaltan a uno ideas sospechosas sobre ese sonido que parece venir del pasillo estando solos, y que no es otra cosa que el vecino haciendo gárgaras en el baño porque las paredes son de papel y parece que vive con nosotros y hasta que duerme con nosotros, pues lo oímos roncar como si durmiese dentro de nuestra oreja. Puede que la tecnología haya acabado con todo esos misterios. Los fantasmas son historia, o lo que es peor, humor.

Cada vez está más difícil creer en que al morir iremos por ahí acojonando a los vivos, y la verdad, como decepción no es de las pequeñas. De enano siempre insistí en que no me incinerasen (hablábamos de asuntos importantes en la cena), por si se daba la posibilidad de renacer hecho un zombi. Me parecía una medida precipitada, pero ya no creo que valga la pena pudrirse poco a poco. Suena tan remoto eso de despertarse en el nicho y caminar por ahí masticando vivos. Hasta el último rincón de las ciudades está iluminado (ya casi no existe la noche, y la luna es un adorno), y la televisión y el ruido de las calles y en las casas (nada más entrar ya encendemos un aparato que haga ruido, sea la tele, la radio) digamos que extinguieron todas las condiciones para que se den todo esos temores irracionales de antes. El silencio que ya no existe, la luz de laboratorio que toda casa tiene, intensa y blanca, sin margen para las sombras y los recovecos oscuros, dejaron toda esa parafernalia del misterio en asuntos más cómicos que terroríficos. Iker Jiménez es un humorista como Chiquito o Chikilicuatre, o mejor dicho, un humorista mucho más efectivo que estos dos, sin ánimo de menospreciar a nadie. Conozco gente que llora de risa con el tipo, y me incluyo entre ellos cuando me cuadra verlo.

En Galicia la literatura (en los mejores casos los clásicos no son otra cosa que la transcripción maestra de los relatos orales que unos paisanos contaban alrededor del fuego por la noche), ha tenido muy presente todos estos temas que brotaban de la sesera de la gente del campo. La imaginación, que funcionaba demasiado bien en ciertas circunstancias, pero tenían que darse estas circunstancias. Las condiciones eran todo lo contrario que ahora, y propicias al desarrollo de terrores misteriosos; oscuridad, esos caminos por el monte y la casas sin luz, y un poco de ignorancia científica, y el silencio, sólo roto por el crepitar del fuego y la voz de alguien empezando una historia.

6 comentarios:

conde-duque dijo...

¿Dónde estabas, macho? Empezaba a ser preocupante...

Mabalot dijo...

Hombre, yo también me alegro de "verte". Estaba cazando fantasmas en el monte, lejos del mundanal ruido.

conde-duque dijo...

Maba, me estaba acordando ahora del caldito gallego que nos metimos pal cuerpo este verano por la noche, cuando el frío ya hacía sus pinitos por las rúas compostelanas. Qué bien sienta, eh.
Reposa el viajero sus pieses doloridos y, al calor de la lumbre, sorbe el caldito del cuenco.
Ha vuelto el fresco... Creo que por eso me he acordado.
Casi seguro que dentro de un mes podremos repetir los vinillos por las calles de Santiago. Ya te contaré por email.
Boas noites.

Anónimo dijo...

Excelente noticia. Aquel caldo nos pilló un tanto empachados y, como diría, resacosos, o ya de vuelta. Pero sí, estuvo muy bien. No me olvido.

Ya contarás.

rositaduran dijo...

Sí, dónde quedó la ingenuidad... Y sin embargo, qué nos creemos nosotros, que todo está ya sabido... En física hay efectos comprobadísimos que muchos en este mundo incrédulo no serían capaces de concebir: que el reloj de cada quién tiene su propio ritmo dependiendo de la velocidad que lleves (se retrasa si vas a mucha velocidad..), que los electrones y otras partículas subatómicas pueden estar en dos sitios a la vez o "atravesar paredes". Y qué gran bofetada a nuestra actitud prepotente es el hecho de que sólo se conozca menos del 5% de lo que hay... a lo demás le llaman materia oscura; por no decir fantasmas, brujos, adivinos y panteras rosas. Fíjate nada más que la que escribe no es otra ente que una androide de un planeta extrasolar en alfa-centauro... Me han gustado las frecuencias de tu blog :)
Saludos intergalácticos

Mabalot dijo...

Un saludo, amiga androide 23, bienvenida. También me gustan las frecuencias de tu blog.
Nos vemos.